“Ni que Dios lo quiera”, solía decir mi abuela | UNIVISTA INSURANCE

“Ni que Dios lo quiera”, solía decir mi abuela

“Ni que Dios lo quiera”, solía decir mi abuela, tras abordar temas de conversación necesarios, pero escabrosos. Escabrosos por esa creencia que tenemos los humanos en que cuando conversamos un tema de alguna forma estamos influyendo en el universo o enviando una señal o una onda al espacio que puede regresar a nosotros en forma de daño.

Por eso mi abuela me advertía, tienes que cruzar la calle siempre con la luz roja. Y antes de hacerlo, mirar a ambos lados y percatarte de que no viene ninguna máquina. Mi abuela llamaba a los carros máquinas. “Llama a una máquina de alquiler” o “Mira que máquina más bonita tiene Néstor”. Claro, ella nació en 1906, casi cuando surgieron los primeros autos, y así les llamaban entonces.

Pues bueno, mi abuela explicaba, “si cruzas sin mirar la calle puede venir una máquina y atropellarte”. Y acto seguido, decía “ni que Dios lo quiera”, y se persignaba. Yo lo interpretaba como un acto de amor. Mi abuela había dejado escapar una frase necesaria, pero no quería que ésta llegara allá donde se produce el destino.

Pues yo voy a imitar a mi abuela. Tenemos que ser prácticos. Existen unos seguros de vida que cuestan 20 o 30 dólares al mes, que pueden ser la salvaguarda de nuestra familia. Estos son capaces de pagar los estudios de nuestros hijos, o la hipoteca de nuestra casa, o darle de golpe 250.000 dólares a nuestra familia para que haga con ellos lo que le dé el deseo.

Nosotros, lo único que tenemos que hacer es contactar a una compañía de seguros y escoger la póliza más adecuada. Y, si nos ocurriera algo y perdemos la vida, “ni que Dios lo quiera”, nuestra familia quedará protegida.

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