Soledad Ortiz es madre soltera de un niño de 12 años. Emigró a EEUU hace 15 y, tras mucho sacrificio, ha logrado abrir un hermoso restaurante en Hialeah. Su deuda es tan alta que todas
sus energías las concentra en sacar adelante el negocio.
Trabaja todos los días desde las 6.00 de la mañana hasta las 12.00 de la noche. Al comenzar la pandemia, se reinventó y creó unos menús especiales para llevar que han tenido un gran éxito
entre sus clientes. Así ha podido mantener en la plantilla a sus 8 empleados. A Ortiz le da vergüenza reconocer en voz alta que está trabajando más desde que comenzó el virus.
Todo el dinero que gana lo dedica a pagar su enorme deuda.
Una tarde recibió una llamada que paralizó su carrera meteórica. Roberto Méndez, uno de los choferes de delivery, había sufrido un accidente y se encontraba hospitalizado con pronóstico
reservado. Méndez chocó frontalmente con el auto de una anciana. Ella también estaba hospitalizada, con algunas heridas leves.
Soledad tiene un seguro para sus trabajadores Worker Compensation Insurance y, siguiendo los consejos de su asesor de Univista Insurance, había contratado un seguro comercial para los autos de los trabajadores que hacían el reparto. Por lo tanto, las dos hospitalizaciones y los daños sufridos por ambos vehículos están cubiertos por el seguro. Y además, una posible demanda de parte de la anciana damnificada.
¿Se imagina qué hubiese pasado si ese auto no contara con un seguro comercial?
De los más de 400.000 accidentes que suceden en Florida anualmente, en 44.000 intervienen vehículos comerciales.
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