Roberto Martínez tuvo que cerrar su pequeña tienda de ropa. El coronavirus, el confinamiento y los cierres de negocios lo dejó sin clientela. Aunque obtuvo la ayuda federal, ésta solo le alcanzó para pagar el alquiler y las deudas contraídas con proveedores. Así que decidió cortar por lo sano y dedicarse a otra cosa. Cerró la tienda de la que había vivido su familia durante los últimos diez años.
Su mujer, María Pérez, enseguida encontró trabajo en un supermercado, mientras que Roberto se colocó de ayudante de un camionero. “Tengo que hacer lo que sea para poner un plato de comida caliente en la mesa de mis hijos”, se le oye decir a Roberto, con cierta resignación pero decidido a comerse el mundo.
Con este panorama, los ingresos de la familia han disminuido considerablemente y para contener los gastos han dejado de pagar el seguro médico y llevan un mes a la buena de Dios. Algo que tiene muy nerviosa a María, sobre todo, cuando piensa en sus dos niños.
Lo que Roberto y María desconocen es que su familia es elegible para obtener el Obamacare sin tener que esperar a que comience el período de inscripción el próximo 1 de noviembre.
Perder su anterior seguro, haber cambiado de empleo, ver descender sus ingresos sustancialmente, todos estos son requisitos que les hacen elegibles para tener un seguro subsidiado por el gobierno y evitar estar desprotegidos. Realmente Roberto no tiene obligación legal de tener un seguro médico, pero mi abuela decía “las desgracias nunca vienen solas”.
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